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Jóvenes Misioneros: El Amor Conduce a la Misión

“Quien tiene espíritu misionero siente el ardor de Cristo por las almas y ama a la Iglesia, como Cristo.”
Redemptoris Missio, 89

 

¿Cómo ayudamos a los jóvenes a desarrollar un espíritu misionero?

Yo no soy madre, pero les confieso que tengo una mamá muy buena.  

Crecí como hija única con una madre soltera y ella supo cómo inculcar en mí un espíritu misionero. Reflexionando en cómo ella fomentaba un espíritu misionero dentro de mí, identifique tres cosas clave. Estas tres cosas me inspiraron a participar en proyectos de servicio, misiones locales y eventualmente en misiones extranjeras.

A los 18 años, mi mejor amiga y yo organizamos y encabezamos una misión a Tijuana, México durante nuestras vacaciones de navidad. Cuando estaba en mis veintes, ese celo misionero aún no se apagaba y decidí dedicar más tiempo de mi vida a la obra misionera y me fui a Guayaquil, Ecuador por 14 meses como misionera católica. Hoy en día, vivo la misión en Knoxville, Tennessee trabajando con jóvenes.

Pero a mi mamá no le fue nada fácil, yo estaba a punto de convertirme en una laica consagrada para dedicar toda mi vida a la obra misionera. Como soy hija única, significaría que mi mamá nunca tendría la posibilidad de ser abuela. Luego de contarle mis planes a mí mamá, ella se puso a llorar por tres días. Pero después me dijo: “Si Dios te llama a ser laica consagrada misionera, yo lo acepto, porque sé que no vas a encontrar mayor felicidad que cumpliendo la voluntad de Dios’.

Ella quería la voluntad de Dios para mí más que su propia voluntad. Es importante apoyar a nuestros jóvenes en su deseo de hacer la voluntad de Dios. Estoy eternamente agradecida con mi mamá por inculcarme un entendimiento profundo de la importancia de la obra misionera y el deseo de participar en este proyecto por enseñarme estos tres puntos clave:

Amar a Dios  

Uno no puede amar lo que no conoce. Los jóvenes no van a estar motivados a hablar con los demás de Dios si no lo conocen y no lo aman. Cuando era niña, mi mamá me leía historias de la Biblia para que pudiera conocer y amar a Dios. Me enseñaba a rezar para que aprendiera a hablar con Dios y así crecer en intimidad con Él. Ésto fue esencial para formar un espíritu misionero dentro de mí, porque la oración conduce a la intimidad con Dios. Y en la medida que aumentamos esa intimidad con Él, nuestro deseo de compartirlo con los demás aumenta también.

Entre más temprano comiencen a hablar con sus hijos sobre nuestro Dios amoroso, más años tendrán para enamorarse de Él. Si usted como padre/madre de familia no ora y/o a comparte  historias de la Biblia con sus hijos/hijas, hoy es un buen día, nunca es tarde para empezar.

Amar a los demás

Cuando era niña, mi mamá me llevaba con frecuencia a un asilo de ancianos para visitar a una persona  llamada, Señor Snapp, pues él no tenía ningún familiar que lo visitara. Cuando ya era un poco mayor, me llevó a un refugio para desamparados durante la semana de acción de gracias. En mis años de adolescente, mi mamá empezó a trabajar en un campamento para niños discapacitados y yo participaba como voluntaria. Ella, con su ejemplo, me enseñó a preocuparme por los más necesitados.

Si ustedes nunca han ido a servir juntos, como familia, hoy es un buen día. Vayan juntos a la misión. Esta misma noche pueden cocinar una cena juntos y llevarla a una familia que recién tuvo su bebé o una familia en necesidad. También juntos en familia pueden juntar ropa, libros y juguetes en buenas condiciones para donarlos a Goodwill o Caridades Católicas.  

Amar a la Iglesia   

Mi mamá siempre me apoyaba para que participara en las actividades de nuestra iglesia. A pesar de que ella era madre soltera, ganando el salario mínimo, sacrificaba su tiempo y horas de trabajo para llevarme al grupo juvenil y sacrificando también su dinero para pagar mi entrada a los diversos eventos y actividades. Me encantaba estar en la Iglesia porque mis amigos estaban allí. Sentía que pertenecía a un grupo, a una comunidad. Era conocida y amada.

Trabajando con jóvenes sé que no todos tienen este mismo apoyo de sus padres. A veces los jóvenes desean asistir al grupo juvenil pero no tienen cómo llegar, quieren asistir a un retiro, pero no tienen el permiso de sus papás. No sea usted un obstáculo para que su hijo o hija participe en la vida de la Iglesia.

El amor motiva al misionero

Después de enseñarme a amar a Dios, a los demás y a la Iglesia me llenó de amor. El amor motiva a quien desea ser misionero. Difundir el amor y la Buena Nueva de Jesús a los demás es natural cuando estás lleno de amor. No tienes que suplicarle a una mujer enamorada para que te hable de su enamorado. Del mismo modo, cuando un/una joven está enamorado de Dios y de su Iglesia no tiene que suplicarle que vaya a Misa o viva su fe. Un espíritu misionero nace de un corazón lleno de amor.

Misioneros excepcionales

Por mi trabajo en la pastoral juvenil hispana reconozco que los jóvenes hispanos tienen características únicas que los hacen capaces de convertirse en misioneros excepcionales:

  1. Muchas veces los jóvenes hispanos son bilingües. Con sus capacidades de hablar y/o entender tanto el español como el inglés pueden evangelizar y catequizar no sólo un amplio número de personas en los Estados Unidos sino también en muchos otros países.
  2. Muchos jóvenes hispanos son biculturales. Saben navegar la cultura americana tanto como la cultura hispana. Siendo biculturales, los jóvenes hispanos pueden difundir la Buena Nueva de tal manera que llegan a las raíz de la cultura. Fácilmente pueden convertirse en misioneros de la paz, construyendo puentes entre ambas comunidades
  3. Muchos jóvenes hispanos aprendieron las tradiciones y celebraciones culturales de nuestra fe de los países de origen de sus padres, (abuelos bisabuelos). Participar en las Posadas, bailes típicos, celebraciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Vía Crucis viviente y Día de los Muertos en la comunidad católica en general, puede realmente reavivar y rejuvenecer la fe de muchos.

About the Author

Brittany Garcia

Brittany nació y creció en las colinas de Tennessee. De joven saltaba en cascadas, trabajó como mesera y pasaba sus veranos en México en misión. Como universitaria estudió español, trabajó en un campamento para niños y leyó mucho sobre la teología Católica. Hoy en día casi siempre la va a encontrar riéndose con su esposo, planeando la siguiente actividad diocesana para la pastoral juvenil o experimentando con una nueva receta en la cocina. Brittany está agradecida con nuestro Dios de amor y bondad por cómo le ha guiado en cada etapa de su vida.